Sánchez entrega España a China desafiando a Bruselas y Washington

Pedro Sánchez recibió a Xi Jinping en noviembre de 2018, poco después de asumir el poder. Fue la primera visita de un presidente chino en 13 años y marcó el inicio de una relación estratégica. Se firmaron acuerdos en tecnología, comercio y ciencia.
En 2019, Estados Unidos vetó a Huawei por espionaje, presionando a Europa para excluirla del 5G. Alemania y Francia actuaron, pero España no. Pekín contrató a la consultora Acento, vinculada a exministros como José Blanco y Alfonso Alonso, para evitar el veto. Zapatero facilitó el acuerdo gracias a sus contactos con China.
Huawei ya gestionaba las escuchas judiciales desde 2005. Con Sánchez, los contratos se renovaron, facturando más de 12 millones entre 2021 y 2025. Pese a las presiones de EE.UU. y la UE, España mantuvo a Huawei.
Tras la invasión rusa de Ucrania en 2022, la OTAN pidió proteger infraestructuras críticas. China quedó bajo sospecha, pero España no vetó a sus proveedores. En 2023, Calviño descartó priorizar el veto, y Sánchez viajó a China para reforzar lazos.
En abril de 2024, Chery rescató la planta de Nissan en Barcelona, con 400 millones de inversión y 1.250 empleos. Llegaron más proyectos: baterías en Zaragoza y Extremadura, plantas solares en Murcia. Sánchez visitó China tres veces en dos años.
Bruselas y EE.UU. presionan. La UE pidió garantías sobre Huawei, pero España ignoró las advertencias. Senadores estadounidenses protestaron por los contratos con Huawei en escuchas judiciales.
El comercio con China crece: exportaciones subieron un 17% en cinco meses, e importaciones se duplicaron desde 2018, superando 50.000 millones. España se ha convertido en el aliado preferido de Pekín en Europa, desafiando a la OTAN y a EE.UU.
Mientras Bruselas intenta contener a China, España abre sus puertas a inversiones millonarias. La pregunta es: ¿a qué precio? Algo que preocupa en Washington y Bruselas, pero no en La Moncloa.