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El reciente atentado contra Miguel Uribe Turbay, quien recibió varios disparos de un sicario mientras pronunciaba un discurso en un mitin político en Fontibón, ha reabierto las heridas de un periodo oscuro en la historia de Colombia. Este hecho, que dejó al político gravemente herido y desató una ola de consternación en la sociedad colombiana, no solo pone en riesgo la vida de un líder, sino que también atenta contra los cimientos de la democracia en el país.
Uribe Turbay, hijo de la periodista Diana Turbay y del político conservador Miguel Uribe Londoño, es un claro ejemplo de la complejidad de la política colombiana, marcada por la violencia y el narcotráfico. Su linaje político y su trayectoria lo han convertido en un referente del partido Centro Democrático, fundado por Álvaro Uribe Vélez, quien, a su vez, es familiar de su padre. La polarización política en Colombia, intensificada en los últimos años, ha generado un caldo de cultivo para la revictimización de actos violentos que se creían superados.
La violencia política que se respira en Colombia tiene raíces profundas y trágicas. Recordar los asesinatos de candidatos presidenciales en los años 90 sirve como un recordatorio poderoso de lo que sienten los colombianos hoy: la vulnerabilidad de sus representantes y la fragilidad de la vida democrática. La reacción unánime de repudio por parte de diferentes sectores de la política y la sociedad, incluyendo expresidentes de distintas épocas, subraya la necesidad de unidad frente a la adversidad.
El papel del Gobierno, liderado por Gustavo Petro, se vuelve crucial en momentos como este. La cancelación de su viaje internacional es un indicativo de que la seguridad y la protección de los líderes políticos deben ser prioridades, sobre todo en un contexto donde la violencia busca sembrar el miedo entre quienes participan en la vida pública. La condena a este atentado no solo es un acto simbólico, sino un mensaje fuerte de que la sociedad colombiana no tolerará que se imponga el miedo.
La situación exige un compromiso renovado de todas las fuerzas políticas para garantizar la seguridad de los líderes y ciudadanos. La democracia y la paz en Colombia deben prevalecer por encima de todo. Es esencial que se implementen medidas efectivas que aseguren la protección de quienes, como Miguel Uribe Turbay, se atreven a expresar y debatir ideas en un entorno donde las opiniones divergentes deberían ser respetadas, no reprimidas.
Como país, Colombia se enfrenta a un desafío monumental: superar la violencia y construir un futuro en el que cada voz cuente y cada vida esté protegida. La tragedia sufrida por Uribe Turbay es un llamado a la acción y a la reflexión en torno a lo que significa vivir en una sociedad democrática. El tiempo de los discursos debe dar paso a acciones.
Es momento de mirar hacia adelante, reflexionar sobre el pasado y trabajar juntos por un futuro donde la política se ejerza sin miedo y donde la verdadera esencia de la democracia se respete y proteja. La historia de Colombia está en un punto crítico; es responsabilidad de todos garantizar que se encuentre en el camino hacia la paz y la prosperidad, no hacia el camino de la violencia y la división.